Para mejorar hay que saber dónde estamos, en que hemos fallado, conocernos, ser ambiciosos y no tener miedo a fracasar. Objetividad externa en forma de entrenador tampoco está nada mal. Visto el resumen de competiciones del año pasado (parte I y parte II), toca hacer balance y sacar conclusiones.
Primero y principal, no puedo tener siete guías. Con el
único que coincidí en más de una competición importante fue con José. Para
poder competir al 100% es necesaria una compenetración total con el guía y esto
se consigue entrenando y compitiendo mucho con él. Como todos sabéis, este
punto está solucionado y tiene nombre y apellidos: Roberto Bravo.
Hemos de tener claro cuáles son nuestros objetivos
principales y trabajar para conseguirlos. No hacer “tonterías” y saber
renunciar a ciertas cosas. Con esto me refiero a cosas como: entrenamientos que
alteran la programación (por mucho que apetezca salir con un gran grupo en
bici), carreras que no debería correr, calentones innecesarios, hacer el bruto
en semanas de descarga. Así podría seguir durante horas.
Descansar más. No puedo dormir 6 horas y poco de media al
día y querer rendir como Gómez Noya. Sin recuperación no hay asimilación y sin
asimilación no hay rendimiento.
Mejorar el material. No se trata de tener lo último, pero
competir con un tándem de más de 15 años, con un cambio que funciona cuando
quiere, unas ruedas que les viene justo girar, un neopreno que sufres lo que no
está escrito para quitártelo, te limita y mucho.
Y muchas cosas más, pero tampoco vamos a contarlo todo, que
los rivales nos vigilan muy de cerca.
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